Eliud Kipchoge, el asceta del maratón no conoce límites
Considerado por muchos el mejor maratoniano de todos los tiempos, el keniano Eliud Kipchoge, que este domingo en Berlín mejoró su propio récord del mundo (2h01.09), lleva desde sus inicios una vida de asceta, a la que se ha mantenido fiel a pesar de los títulos, el dinero y la gloria.
Con casi 38 años, el keniano, doble campeón olímpico, en Rio-2016 y Tokio-2020, solo ha sido batido una vez en sus 15 últimos maratones, en 2020 en Londres, cuando fue octavo.
Nacido en Kapsisiywa, al oeste de Kenia, Kipchoge saltó a la fama convirtiéndose en campeón mundial de los 5.000 metros en París-2003, por delante de dos leyendas, el marroquí Hicham El Guerrouj y el etíope Kenenisa Bekele.
Este último le dominará con frecuencia hasta el final de su carrera en la pista. Tras no clasificarse para los Juegos de Londres-2012, decide dedicarse al maratón.
Con su silueta compacta y su zancada inalterable, se ha convertido en la quinta esencia del maratoniano.
Pero, más allá de sus aptitudes físicas, han sido su trabajo, su humildad, su disciplina y su determinación los factores que explican su éxito.
Estos valores los ha cultivado desde que en 2001 empezara a trabajar con el técnico Patrick Sang. Un año más tarde entró en el campamento Global Sports.
En este templo de la humildad, situado en Kaptagat, a unas horas de su pueblo natal y en las laderas del Valle del Rift, ha llevado una existencia monacal, marcada por los horarios del sol.
Al amanecer, con la treintena de corredores que viven en el campo, empieza el primero de sus dos entrenamientos diarios. El resto del tiempo lo dedica a descansar y a alimentarse, con los productos de base tradicionales de la alimentación keniana.
- 'Sentido del sacrificio' -
Apodado 'el filósofo' porque la lectura es su afición favorita, no tiene ningún privilegio con respecto al resto de corredores de su grupo de entrenamiento, aunque evidentemente es el modelo a seguir para los atletas que lo acompañan.
El fin de semana visita a su mujer y a sus tres hijos en su casa familiar en la ciudad de Eldoret.
Durante toda su trayectoria se ha mantenido fiel a este territorio, a este modo de vida sencillo, a pesar de sus importantes ingresos, estimados en varios millones de dólares.
"Soy una persona sencilla. Intento estar tranquilo y concentrado sobre lo que hago, no tengo distracciones", repite habitualmente.
Subcampeón olímpico de 3.000 metros obstáculos en 1992, Sang confirma la fuerza de su alumno más aventajado.
"Me sigue sorprendiendo su sentido del sacrificio y su capacidad para darlo todo. Ha puesto el 100% de sus capacidades y su compromiso en lo que hace", declaró a la AFP el técnico, que tiene una confianza infinita con el atleta.
La mirada del campeón se endurece cuando se le habla de dopaje. Nunca ha estado implicado en un caso, a pesar de la mala reputación que se han labrado los atletas kenianos en los últimos años.
I.Khan--DT